Mujer Angelical

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Hay veces en las que se debe callar, hay quienes dicen que hay veces en las que se debe ser egoísta consigo mismo. Ahora me encuentro en un momento en que quizás pueda seguir guardando con candados y cadenas lo que siento, y conservarlo en mi para siempre; o’ quizás pueda tratar de sentir indiferencia y pensar que solo es algo que una vez sucedió.
Pero lo que mi ser sintió cuando mis ojos le vieron, me dice que jamás podré mentirme a mi mismo, jamás podré borrarle de mi mente, jamás podré olvidarle.

Mis ojos contemplaron su perfecto caminar por aquel pasillo, donde para mi mirada no existió más nadie que ella. Le vi llegar tan radiante, tan sonriente,tan bella, tan hermosa. No supe entonces que hacer; y sin darme cuenta, le solicité me tomase una foto.

Ella muy educadamente asintió, y yo sin saber lo que estaba haciendo y secuestrado por mis nervios, terminé posando como un títere.
Luego de aquel penoso acto, quizás hasta infantil, le pedí tomarnos una foto juntos; honor que ella con amabilidad magistral me concedió.

Desperté sonriendo al recordar el no muy solemne acto que originé la noche anterior. Y con ello en mente, me dirigí hacia la mesa de trabajo. Y ahí estaba. Sentada, con la tierna gracia que naturalmente emitía, sonriendo como siempre!

No sabía dónde sentarme; había un espacio junto a ella. Le pregunté con un nudo en mi garganta si alguien ocupaba aquel lugar, que por su presencia, se había convertido en un espacio sagrado para mi.- Hola! No hay nadie, siéntate – respondió.

Aquellas palabras fueron melodía para mis oídos, y una paz profunda llenó mi ser cuando estuve sentado a su lado. El tiempo transcurría, mientras yo deseaba detenerlo. Voltee hacia su rostro y le vi directo a los ojos.
En aquel instante me perdí en su hermosa e inmensa mirada, de donde hasta hoy no he podido salir.

Aquel día tuve el mejor almuerzo en años; almorzamos juntos. Le veía fijamente a los ojos, pues la atracción por el brillo de aquellos hermosos cristales no me dejaban otra opción. Ella se mostraba apenada, y eso le hacía verse aún más tierna; más angelical.

Sus palabras eran tan dulces para mis oídos que estos las disfrutaban más de lo que mi boca podía saborear el postre que había sido preparado para aquella ocasión.

Sus ojos, su mirada, su boca, su sonrisa, sus palabras, sus nervios, su inseguridad, sus temores y su naturalidad, hicieron de aquel momento un mundo del que ella fue dueña; mientras yo sonriente, solo quería contemplarla.

Solo quería estar ahí, escuchándole sin pensar en nada más, sin saber dónde me encontraba, sin recordar que llegaría el momento en que debía estar nuevamente solo. Lejos de ella.

Llegó la noche de gala. Yo, me encontraba modestamente vestido, en una mesa, solo. Pensaba una vez mas en su ojos, en sus labios, imaginándola sonriendo como en el almuerzo, cuando en ese instante se mostró frente a la puerta.

Si pudiera encontrar palabras para describir como se veía ella en aquel momento seguro las escribiría, pero cualquier palabra más allá de bella quedaría corta. Era una auténtica mujer angelical.

No tengo idea que forma tomó mi semblante cuando le vi, pero espero que nadie haya observado lo tonto que pudo parecer mi rostro en aquel momento.
Me las ingenié para que mi boca no permaneciera abierta mientras le veía, hasta que pude recuperar el aliento luego de un lapso indeterminado de tiempo.

Aquella noche ella opaco’ las luces que habían sido establecidas para la fiesta, pues su belleza cristalina iluminó todo el salón. No pude estar cerca de ella durante el tiempo que deseé, pues todos se le acercaron como se acercan las abejas a la miel; no era para menos.
Decidí entonces subir a mi habitación, donde una sonrisa no dejó descansar mis labios toda la noche. Estuve pensando en ella.

Después de haberme dormido sonriente, desperté con la melancolía recorriendo mis venas, y el adiós apuñalando mi corazón. En sólo unos minutos debía despedirme de la persona que me había inducido a encontrar un sentido a cada cosa, con solo verla hablar y sonreír.
Le dejaría en su país sin haberle dicho todo lo que sentí aquellos pocos momentos en que pude estar a su lado.

Bajé a desayunar, y mientras tomaba el desayuno ella se acercó para saludarme. Aquellas palabras pasaron de ser melodías sutiles a convertirse en dardos venenosos; pues no podía sacar de mi mente que había llegado el momento en que debía decirle adiós; sin saber cuanto tiempo pasaría para volver a verle, o si aquel era el momento que nos estaba despidiendo para siempre.

La historia de un adiós doloroso, amargo, y anunciado llegó. Me encontré en la entrada del hotel contemplando como se despedía de sus amigos. Sonrisas y abrazos constituían aquel momento. Mientras yo, trataba de hacer entender a mi corazón que aquello no podía evitarse de ninguna manera, y que el tiempo sanaría las fuertes y enormes heridas que su despedida se empeñó en causar.

Se acercó para decirme que volvería en un instante, a despedirse, mientras alguien se encontraba esperando por ella. Aquellos segundos tuvieron tanta melancolía que jamás supe como contenerla, ella regresó para decirme que debía irse. Nos tomamos una última foto juntos.

Luego, mis labios rozaron su delicada mejilla, sintiendo a la vez, la suave y sedosa piel de su rostro. Después de aquel mágico momento, mis ojos le vieron alejarse; y mi alma se encargó de verle partir.

Aquella fue la última vez que pude ver a la persona más carismática y dulce que conocí. Ella se llevó como siempre una linda sonrisa dibujada en su rostro, mientras yo; guardé mi sonrisa, mis sentimientos, y los traje conmigo.

Ojalá algún día pueda volver a aquel lugar donde le vi por vez primera. Recordar los momentos en que ambos estuvimos ahí, juntos!
Y volver a sentir en su ausencia lo que siempre sentí sin que ella apenas lo supiera.

Aquel lluvioso octubre se llevó momentos que quizás no volverán. Momentos junto a ella.
Espero el destino le encuentre saludable, contenta, llena de bendiciones, de amor y de personas que le quieran.

Hay momentos o circunstancias en la vida, en que el destino se empeña en no tener la razón.
Lucha y se feliz. Mujer angelical.

Por Marlon Zamora

Una respuesta a “Mujer Angelical

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  1. He quedado fascinada, me recuerda muchisimo a esos amores de verano profundo que jamas regresa, pero que penetra en tu Pecho como corte de katana.
    Enfatizo » la historia De un amor doloroso, amargo y anunciado llego.»
    Triste realista (…)
    Te regresa Al mundo real, pero con dulsura.

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